“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” Isaías 53:4-5
La enfermedad no honra a Dios, no es el propósito de Dios. La enfermedad es parte de la catástrofe de la creación que comenzó con el pecado de Adán y Eva, y ha ido en avance progresivo hasta los días nuestros.
Los médicos de hoy definen la enfermedad como un problema anímico, además de físico que repercute en nuestros cuerpos. Entre las causas más comunes para la enfermedad se encuentran: Contaminación, desobediencia a leyes establecidas (físicas, emocionales y espirituales), obra personal de Satanás (aunque él no necesariamente es el causante directo de todas las enfermedades) y un permiso temporal de Dios.
Como observamos en el pasaje de Isaías 53:4,5, Cristo nos ofrece una sanidad integral (Espíritu, alma y cuerpo), gracias a la obra expiatoria de la cruz y su resurrección entre los muertos. Entonces la pregunta lógica es ¿Cómo ser sanos y mantenernos sanos? Antes de responder a esta pregunta debemos aclarar que este cuerpo se desgasta y se enferma como parte del proceso natural de vida, pero aún así, es la voluntad de Dios que disfrutemos de una vida sana espiritual y emocional no obstante el desgaste físico. También es pertinente mencionar que la Biblia no le prohíbe al cristiano consultar a un médico ni utilizar medios de la medicina clásica o natural en el tratamiento de alguna enfermedad.
Para ser sanos y mantenernos sanos le sugiero varios principios: Obedezca las leyes de la santidad (el pecado trae enfermedad), aférrese a la obra de la Cruz (Isaías 53), llame a los ancianos de la Iglesia (Santiago 5:14-16) y descanse y espere en el Señor.
La sanidad es parte integral de la experiencia cristiana, el resultado de la intervención de Dios, quien rescata a sus hijos de los estragos de las enfermedades para que le sirvan con mayor eficacia.
Pastor Luis O. De León