Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.
Malaquías 3:18
Un concepto es una opinión, una idea o juicio. Un principio es algo más; es fundamento, una prioridad, una razón.
Los individuos, como las naciones, derivan grandeza de sus principios y su decadencia del juego superficial de los conceptos. Una de las más amargas lecciones de la historia es ver cuando los principios ceden lugar a los conceptos.
La grandeza de Inglaterra tuvo sus fundamentos en la solidez de sus principios. Ello produjo los gigantes espirituales de su historia y el mayor flujo misionero por dos siglos. Ahora la actual decadencia del ex imperio es la consecuencia de sus conceptos superficiales acerca de los valores de la vida.
Estados Unidos fue una gran nación. El modelo de la libertad, la moralidad y la integridad. Era el país de los principios y el paladín de la fe protestante. Actualmente es un gigante doblegado y menospreciado por su moral relativista y sus livianos conceptos acerca de la vida familiar, el sexo, el amor y la fe.
Como una extraña paradoja, hay más libertad en algunas sociedades cerradas, más búsqueda de Dios y más anhelo por principios que muchos países que a sí mismo se titulan democráticos y cristianos.
Así como con las naciones, así sucede con los individuos y las iglesias. Cuando los grandes y verdaderos principios ceden lugar a los intereses y a las conveniencias y al manejo sutil de las medias verdades, entonces los grandes absolutos se convierten en relativos, en meros conceptos. Y el caos se acerca sin que haya cura ni remedio.
¿Quién gobierna nuestra vida: los conceptos o los principios?
Oración: Dios de amor, trae sabiduría a nuestros corazones para saber escoger lo verdadero y agradable a Ti. Amén.
Tomado del libro De un corazón pastoral del Dr. Carmelo B. Terranova