El Tribunal Supremo de los Estados Unidos declaró el viernes 26 de junio de 2015 inconstitucional la definición del matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Hace un tiempo atrás el presidente de los Estados Unidos, Obama, hizo una declaración pública apoyando los matrimonios del mismo sexo y su determinación que esto se aprobara, y eventualmente lo logró.

Todo este tema ha tomado un revuelo como nunca se había visto antes (ese mismo día hubo tres atentados terroristas que pasaron desapercibido), además de repercusiones no sólo políticas, sino sociales y morales. Esta revolución social tendrá un efecto directo sobre nuestros hijos, nietos y nosotros mismos.

La redefinición de matrimonio  tiene el potencial de destruir el propio concepto de la familia. El Tribunal Supremo podrá redefinir el matrimonio, pero el Tribunal de Dios lo estableció como una institución Divina, no humana. Ésta decisión solo refleja la profunda crisis espiritual, social y moral de lo que fue esta gran nación. De hecho después de esta legislación no espere que todas las parejas del mismo sexo se casen, muchas no quieren perder otros beneficios del estado que les corresponden si son solteros, como hacen igualmente las parejas heterosexuales que conviven. ¿Cómo responder a esta crisis?

Nuestro enfoque debe ser la redención y no el rencor. El mundo seguirá siendo mundo; la iglesia siempre debe ser iglesia. No importa con cuanta fuerza nos opongamos a la agenda homosexual, primero que nada debemos ser cristianos, porque tenemos el privilegio de representar a Cristo. Nunca debemos hablar del homosexualismo como si fuera el único pecado que nos lleva a infierno, la Biblia condena muchos otros pecados que a veces lamentablemente se practican en las iglesias. Por el otro lado ninguna familia cristiana está exenta a anuncio de un hijo o hija que confiese que es homosexual.

Nuestra respuesta siempre será con el amor de Cristo, un balance perfecto entre compasión y firmeza. La Biblia nos relata la escena de la mujer adúltera, los fariseos estaban listos para apedrearla. Jesús ofreció perdón (amor y compasión), pero le dijo vete y no peques más (firmeza). De igual manera amamos a los homosexuales pero no aprobamos su conducta ni prácticas. Recuerde nuestro enfoque: REDENCIÓN, NO RENCOR. EL TRIBUNAL DE DIOS SIEMPRE ESTARÁ POR ENCIMA DEL TRIBUNAL DE LOS HOMBRES. NO TENGA TEMOR, EL QUE ESTÁ EN NOSOSTROS ES MAYOR QUE EL QUE ESTÁ EN EL MUNDO. ¡AMEN!

Pastor Luis O. De León

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