Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros. 1 Pedro 5:7

Los dolores físicos se atenúan con sedantes. Pero no hay calmante para los dolores emocionales. A veces la presión es tan fuerte que toda nuestra naturaleza está afectada. Y no sabemos qué hacer. Muchas veces la causa son otras personas, aún seres queridos. Otras veces, somos nosotros mismos, que nos hemos enredado en la confusa maraña de una y mil situaciones. Buscamos una solución que solo termina aumentando las angustias y las preguntas. Parece que no hay salida. Y a veces nos enferma descubrir que cuando más hacemos, menores son los resultados.

Dios sabe mucho de eso. Nos damos cuenta y oramos con intensidad. Y Dios no responde. En verdad no responde porque ya respondió. El problema de todos, es querer que Dios diga de otra manera lo que ya ha dicho de clara manera.

El Salmo 37:1-10 es la receta para todas las tensiones y angustias. El tema es sorprendentemente sencillo: “Encomienda al Señor tu camino y Él hará”. En otras palabras: “¡Despreocúpate, deja todo en las manos de Él”! Pero va más allá. Como si fuera un insulto a las crisis y una burla a las angustias, dice: “Deléitate en el Señor – ¡haz fiesta gozosa en medio de las tensiones! – y Él te concederá las peticiones de tu corazón”. 

Gracias al Señor por el recurso de la oración, pero en algunos momentos lo que tú y yo necesitamos es una santa despreocupación. Es el mayor atributo a la fe y a la confianza en Dios.

Tomado del libro, Un Corazón Pastoral por el   Dr. Carmelo B. Terranova

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