Donde la iglesia tiene presencia y extensión la sociedad es bendecida, aun cuando no crean en Jesucristo. Donde hay ausencia cristiana, las condiciones de la sociedad es pavorosa y desconcertante. De la misma manera, una iglesia débil produce una débil influencia. Jesús termina las Bienaventuranzas con un canto de gozo y alegría, aun cuando el mundo nos rechace. El Señor establece que PRIMERO EL CARÁCTER (Las Bienaventuranzas), después la CONDUCTA. Esto es fundamental en el desarrollo de la vida cristiana y en el testimonio de la iglesia. Pero antes de hablar de la conducta del cristiano, este pasaje señala lo que realmente somos: SAL Y LUZ, dos símbolos muy conocidos en aquella época como en la actual. ¿Por qué? La sociedad nuestra no tiene sabor, tiene ¡mal sabor! Y Jesús propone la solución. La sociedad no puede cambiar, pero hombres y mujeres cambiados por Dios afectarán la sociedad.
La sal sirve para conservar (evita la corrupción), dar sabor (el gusto de la vida) y curar (heridas y magulladuras). Nosotros como cristianos somos todo esto. Ahora, hay un peligro; que la sal pierda su sabor por mezclarse con la tierra (el mundo). No solo que Dios lo rechaza, sino que los hombres la pisotean.
La luz siempre vence las tinieblas. No se corrompe iluminando los más hórridos tugurios, ni se exalta en palacios reales. La luz jamás cambia no importa el lugar. Vaya al lugar más espantoso o atractivo, debemos siempre alumbrar. Nosotros como cristianos somos todo esto.
Cada uno de nosotros somos llamados a ser SAL Y LUZ. No es que serás, sino que somos. Actúa y afirma esta Palabra en tu corazón y comienza a caminar como hijo de LUZ, llevando SABOR adonde quiera que vayas.
Pastor Luis O. De León