Hay momentos en la vida que nos sentimos confundidos y terriblemente solos. Aparecen en el escenario de nuestro día, esos nubarrones de la incomprensión, de la presión del ambiente que nos rodea, de las exigencias sociales de un mundo antagónico y hostil a Dios.
Por otro lado las demandas espirituales de la vida cristiana que parecen difíciles de cumplir, la incertidumbre de tomar decisiones correctas que distorsionan nuestro discernimiento y nos impide ver con claridad el horizonte de la voluntad de Dios. Y si le añadimos las propias debilidades de nuestra naturaleza aún no victoriosa del todo, parece que estamos librando una batalla con todas las indicaciones de perder.
El salmista David conocía esto, sus días no eran mejores que los nuestros, y sus propias tendencias no eran distintas a las de cada uno de nosotros. Por eso nos dice en el salmo 40: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en el Señor.”
Cuando venga el desaliento; cuando las tentaciones parezcan dominar; cuando nos sentimos solos e incomprendidos; y más aún, cuando hemos caído y fracasado, recuerda: “Pacientemente espere…” y con renovada confianza sigamos hasta la próxima victoria, la nueva bendición y el gozo de servirle a Él.
Pastor Luis O. De León