Parece el título de una película, pero lamentablemente es la realidad que se vive día a día en nuestro mundo moderno. La proliferación de programas de chismes, supuestamente para descubrir los secretos de los famosos, se ha convertido en la plataforma de algunos para levantar una fortuna de dinero a expensas de destruir la integridad de las personas que enjuician. Curiosamente muchos de estos “chismologos” quieren sacar la paja de los demás, pero ellos mismos tienen una viga.

Hay gente que no importa lo mejor que se haga cualquier cosa, siempre están criticando, siempre están enjuiciando, siempre están señalando, siempre tienen una nota de amargura y dicen: “esto no camina, esto no funciona, la cosa esta mal”, pero nunca tienen una solución, ni la disposición para ayudar; pero si para criticar. Esta actitud de la sociedad moderna, también ha llegado a la iglesia. Jesús plantea ese problema. Todos nosotros emitimos juicios, nuestra particularidad siempre es expresar nuestras opiniones, que sin darnos cuenta ofendemos a otras personas en nombre de la sinceridad. La vida cristiana consiste en el balance de la disciplina, que es correcta, y la ternura que es necesaria.

¿Cuál es la medida del juicio justo? ¿Qué significa no juzguemos? ¿Tenemos que pasar por alto las injusticias y condonar los pecados, porque no puedo enjuiciar? Por supuesto que tenemos derecho a emitir juicios, pero hay que examinar cual es la motivación y como los emitimos. Cuando nuestras opiniones tienen como base los principios de la Palabra de Dios, siempre habrá dos reacciones: aprobación o desaprobación. Si la motivación del juicio es bendecir con la Palabra de Dios y no ofender o lastimar, aunque tenga razón, entonces los resultados serán edificantes y habrá paz. La medida para juzgar del cristiano, siempre es la Palabra de Dios. Dios prometió bendecir su Palabra, no nuestras opiniones caprichosas. Para tener opiniones y juicios sanos debemos tener el corazón limpio y sano. Al emitir juicios, pregúntate: ¿Cuál es la motivación? ¿Es para bendecir o para dividir? ¿Busco el bienestar de los demás o satisfacer mi ira e incomodidad? Recuerde: TENEMOS DERECHO A DISCREPAR, PERO JAMAS A DIFAMAR E INFESTAR PARA DAÑAR.

Pastor Luis O. De León

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