Cuando hemos llegado al punto final. Cruzado el último puente, y cuando la última puerta se cierra detrás nuestro. ¿Qué hacer…? ¿Qué hacer cuando la última lágrima se secó en nuestros párpados y la última oración se quebró en nuestros labios? ¿Qué hacer cuando en la oscura y densa noche se van apagando una a una las estrellas y solo se oye el rumor de los últimos pasos, de los últimos que se han ido?
Mirando a nuestro alrededor sólo oímos las voces lejanas de amados nuestros que ya no tienen nada que decir, y sólo se escucha el angustioso palpitar de nuestro corazón y el suspiro ahogado que rasga nuestros resecos labios.
¿Y ahora qué…? Nos preguntamos a solas en un círculo de dolor que nos ahoga con mil preguntas que no tienen respuesta y mil respuestas que ya no tienen importancia.
De repente, silenciosa e inesperadamente nos llega de lejanos tiempos y remotos días las palabras bíblicas que con tierno reproche dicen: “Y nunca dices, ‘¿Dónde está Dios mi Hacedor que da cánticos en la noche?’”
Y es entonces, en el último punto, la última oración y la última lágrima, que descubrimos asombrados que aún hay tiempo en la noche. Que Dios, nuestro Hacedor levanta canciones secretas en las tinieblas de la noche.
No, tal vez no resplandezca el sol, ni amanezca el día, ni trinen las aves, ni nazcan las estrellas. Pero en la noche, silenciosa, interminable y sufriente, comenzamos a cantar con labios resecos y lágrimas nacientes el cántico de fe y esperanza. Allí esta Dios. Nuestro Hacedor. Nuestro Salvador.
Tomado del libro Un Corazón Pastoral por el Dr. Carmelo B. Terranova