Una de las promesas más atrayentes de las Escrituras, es la que repetidas veces nos asegura que las manos del Señor están a nuestro favor.

Cuando todo parece oscurecer y estamos solos sin saber qué hacer, la mano del Señor señala el camino correcto. Ver la mano del Señor en la hora de la incertidumbre es  tener la garantía de su Presencia.

Cuando en el camino de la vida, la enfermedad, el abatimiento y las dolencias se abaten sobre nuestro cuerpo adolorido, la mano sanadora del Señor Jesucristo convierte la enfermedad en bendición y el dolor en victoria. La mano sanadora está a nuestro lado.

Cuando la tristeza nos invade, la soledad nos acosa y la incomprensión nos rodea, cuando nadie nos entiende o puede ayudarnos, la bendita mano consoladora de Cristo nos trasmite Su calor, Su cariño, Su amor, y Su comprensión.

Cuando las tentaciones vienen, el pecado nos seduce, el mal intenta dirigirnos hacia la caída y la desobediencia, entonces la mano de Dios nos detiene, cierra las puertas y a menudo nos sujeta a disciplina y dolor. Las manos previsoras y preventivas de Dios, por amor a nosotros, nos detiene en el camino.

Y cuando llega la hora de partir y el sol se oculta y la vida y el tiempo se acaba, y la muerte llega, entonces como nunca antes, la mano amorosa, tierna y bendita del Señor, nos toma de la mano y nos lleva a casa del Padre atravesando el valle de la sombra de muerte.

Esta mano está a tu favor. Pon tu mano en la mano del Señor. Allí estarás para siempre seguro.

Tomado del libro Un Corazón Pastoral del Dr. Carmelo B. Terranova

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