Todos en algún momento de nuestra vida, hemos tenido que enfrentar situaciones inesperadas y, a veces esperadas que le llamamos problemas. Se nos ha enseñado que la vida feliz, es la ausencia de conflictos, tensiones y por supuesto, problemas. Decimos: “Si la economía está bien, la salud está bien, la familia está bien y la religión está bien, si todo está bien, exclamamos; ¡Soy Feliz! “.
Hasta que un día experimentamos un gran conflicto familiar; una enfermedad, un descalabro económico, entonces nuestro frágil caparazón se resquebraja ante el escenario de los problemas cotidianos. ¿Qué hacer?
Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, Yo he vencido al mundo.” La garantía que nos deja nuestro Señor Jesucristo, no es que no tendremos problemas, sino que su victoria en la Cruz, es nuestra victoria sobre todas las aflicciones.
Nuestra actitud hacia los problemas, nos abrirá las puertas hacia el crecimiento y la madurez espiritual. Podemos ver los problemas desde la óptica humana como una gran crisis, o desde la óptica de Dios como un gran desafío espiritual. Es curioso que en el idioma chino mandarín, la palabra “Crisis” significa oportunidades.
Ni le digas a Dios, cuán grande es tu montaña, sino dile a la montaña, cuán grande es tu Dios.
Pastor Luis O. De León