“He aquí tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es misericordioso y compasivo.” Santiago 5:11
Hablar del tema del sufrimiento, siempre es una incógnita a la razón y un enigma de la vida. Cuando nos acercamos a un tema de esta dimensión, sentimos la impotencia de nuestra capacidad para expresar la profundidad del desafío de un tema de esta envergadura.
¿Por qué sufre la gente? ¿Por qué algunos sufren tanto y otros tan poco? ¿Por qué hay vidas que parecen marcadas por el dolor, el sufrimiento, la angustia y parece que nunca termina? ¿Por qué hay esposos tan crueles que maltratan a sus esposas tan dulces y frágiles? ¿Por qué hay madres y padres que maltratan a sus hijos? ¿Porque hay hijos e hijas que abandonan a sus padres en la vejez? ¿Por qué hay Covid-19, Sida, Ébola, Cáncer; enfermedades mortales que nos llevan a nuestros seres queridos y dejan un vacío en el alma? ¿Habrá alguna explicación?
Hay momentos en la vida, que quisiéramos gritar al cielo y clamar al mundo entero por nuestro dolor. En cada lucha dolorosa del ser humano hay una lucha espiritual; y nadie escapa a la realidad de esta lucha espiritual. Cada uno de nosotros desarrolla, en la trama del escenario de su experiencia, el arte de vivir o el arte de morir. Solo quien conoce el sufrimiento, puede hablar del sufrimiento. Solo quien conoce la soledad, puede hablar de la soledad.
Lo que sí puedo expresarte a la luz de la Biblia y de la experiencia personal, que cada sufrimiento es una batalla espiritual que nos eleva y nos lleva al convencimiento, que Dios está a nuestro favor, que no estamos solos.
Hay tres cosas que ocurren cuando descansamos y confiamos en el Señor: Satanás es avergonzado, Dios es glorificado y crecemos en confianza, carácter y santidad. Detrás de cada sufrimiento, HAY UNA GRAN VICTORIA.
Pastor Luis O. De León