Dios no puede ser más grande que Sus propios principios. Son esos mismos principios los que hacen la gloria y la esencia de ser Dios. Algunos nunca, absolutamente nunca, serán felices. Quieren un Dios más grande que Sus propios principios. Creen en Dios, son claros en sus creencias y activos en la vida religiosa. Pero el centro de la vida no es Dios, son ellos. Su concepto de Dios y sus criterios de la vida cristiana están determinados por sus preferencias.
Cuando Dios es solamente usado para satisfacer nuestros propios deseos, nuestros propios gustos y nuestra propia religiosidad, terminaremos descubriendo que nunca hemos conocido a Dios. Quisimos que ese Dios fuese más grande, más permisivo y más complaciente que Sus propios principios.
Hay personas que nunca, absolutamente nunca, serán felices. No solamente que vivirán en un fastidioso círculo vicioso de contradicciones, sino que lentamente harán sucumbir a sus mismos seres queridos en esas amargas ondas de infelicidad.
Nunca serás feliz si buscas a un Dios de tu medida. Nunca serás feliz si menosprecias las más simples y elementales leyes de los principios de Dios: obediencia a Su Palabra, obediencia a la enseñanza. Obediencia a Sus autoridades espirituales. Nunca serás feliz si quieres que Dios sea más grande que Sus propios principios.
Pero el problema no es de Dios: es tuyo. Porque Dios no puede cambiar Sus principios.
Tomado del libro “Un Corazón Pastoral” del
Dr. Carmelo B. Terranova