A los 75 años, Stanley Jones, el reconocido misionero de la India, escribió que, aunque no supiera lo que vendría en el futuro, si sabía quién tenía el control del  futuro.

Tanto el inconverso como el creyente viven ignorando que pasará en las próximas horas, los próximos días o los distantes meses. Pero hay una diferencia: Nosotros sabemos quién está adelante y quien nos espera al final del camino. Esto debería ser un motivo de un gozoso y sano optimismo.

Los salmos son cantos exuberantes de confianza y esperanza. El salmo 27 comienza diciendo: “Jehová es mi luz y mi salvación ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme”? Sobre esta seguridad afirmo mi presente, y mirando al Calvario me regocijo y exclamo: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.” “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende”.

A partir de estas formidables declaraciones todo el futuro es más atractivo, y entendemos la rica mina espiritual del salmo 37: “Encomienda al Señor tu camino y confía en Él; y Él hará. Deléitate asimismo en Jehová y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Guarda silencio ante Jehová, y espera en Él…”

La mejor fórmula para hermosear el futuro es disfrutar intensamente el presente, aun en medio de dificultades, crisis, dolores y tensiones. Porque nosotros sabemos – ¡deberíamos saber! – quién está del otro lado del después.

Tomado del libro Un Corazón Pastoral por el Dr. Carmelo B. Terranova