Pocas cosas me impresionan tanto como ver el rostro conmovido de un pecador arrepentido.  Viene de atrás, de la nada y del vacío.  Todo lo que probó, sin importar si tuviera buen o mal gusto, no satisfizo su vida. Sabe muy bien la diferencia entre el antes y el “ahora” que Dios ofrece. Veo sus rostros, a veces surcados por lágrimas, otras veces ansiosos por recibir todo lo que Dios les da.

Dichoso el pecador arrepentido, disfrutando la obra del Espíritu Santo, la comunión de su nueva familia, la esperanza de la vida eterna y dando los venturosos primeros pasos de caminar con Cristo. La dicha de un pecador que despierta a la nueva vida es sobrecogedora. Y hasta parecería que cuanto más pecó, más le amó Dios.

¡Desdichado el creyente!  Hay pocas cosas tan desalentadoras como un creyente “profesional”. Tiene tiempo en el evangelio, asiste a los servicios conforme a sus deseos e intereses, y conoce de memoria el ritual de la iglesia y algunas canciones de memoria. Se acomoda, observa y evalúa el espectáculo. Deposita su aportación económica y se retira hasta su próxima entrada al santuario. Desdichado el creyente que perdió su primer amor, el gozo del Espíritu, el celo por la Casa de Dios, la pasión por las almas y la búsqueda ardiente de una vida santa y contagiosa. A creyentes así, el Señor les dice: “Porque tú dices…de ninguna cosa tengo necesidad, y no sabes que eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. (Apocalipsis 3:17)

Mientras miro alborozado a los pecadores gozosamente arrepentidos, oro al Señor por el arrepentimiento de tantos desdichados cristianos, a los cuales, con increíble ternura el Señor les vuelve a decir: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete y haz las primeras obras.”  (Apocalipsis 2:4,5)

Escrito por el Dr. Carmelo B. Terranova tomado de el periódico Entre Nos de la Alianza Cristiana y Misionera de Arecibo, Vista Azul, pastoreada por el Rev. José A. Juarbe.

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