La navidad, para muchas personas son gastos, sueños, ropa, comida, esperanzas frustradas y días sombríos… ¡y nada más! Es curioso, que en los últimos 44 años el suicidio se acentúa más y más en el mes de diciembre. Parece que la gente, al enfrentarse a las grandes preguntas del sentido de la vida y el propósito de vivir, sucumbe ante el vacío existencial de sus propias interrogantes privándose de sus vidas.

Esto contrasta con lo que significa la verdadera navidad. La navidad es tiempo de alegría, regocijo, villancicos, jolgorio; pero todo esto se experimenta, cuando Cristo es el centro de esta festividad. Cuando Cristo no es el objeto de esta época, el vacío del corazón se vuelve a sentir en enero. La razón de este vacío en el corazón, es que este Cristo (a veces ni se menciona) que ha fabricado el comercio, es para justificar la época, ignorando que Cristo es más grande que la época. El gran escritor y filósofo español Miguel de Unamuno decía: Dios de los cielos, líbranos del Cristo de los hombres”. Esta expresión encierra una gran verdad. El Cristo de la cristiandad occidental es un Cristo impotente. Lo vemos en la cuna cuando es niño y en una cruz cuando es adulto. Las estampas religiosas tienen dos grandes Cristos: el impotente infante, el impotente crucificado. Entonces nace dos preguntas ante estos escenarios: ¿Dónde está el Cristo resucitado? ¿Dónde está el Cristo real que la gente necesita? ¿A que vino Jesucristo? Vamos a permitir que esta última pregunta nos la conteste los cuatro evangelios:

  1. Mateo   9:9-13 – Jesucristo vino a llamarnos al arrepentimiento.
  2. Marcos 1:37,38- Jesucristo vino a predicar Buenas Noticias.
  3. Lucas    19:7-10- Jesucristo vino a buscar y salvar lo que se había perdido.
  4. Juan     10:7-10- Jesucristo vino a darnos Vida Abundante

Hoy puedes disfrutar de estos cuatros regalos que son para ti. Te invito a que tengas un encuentro personal con el Cristo real, el que nos habla la Biblia, el que no ha cambiado. La mejor navidad es comenzar con Jesucristo en el corazón. ¡Amén! 

Pastor Luis O. De León 

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