Actualmente, en la mayoría de los países, por causa de la situación internacional, hay tres clases de habitantes: El Ciudadano, El Refugiado y El Turista.
El Turista está de paso. No le interesan los problemas ni las necesidades del pueblo. Solo le interesa pasarla bien, divertirse, gozar el clima y las comodidades.
El Refugiado vino porque estaba mal en su país. No vino por causa de amor, sino por causa de odio. Está donde le tratan bien, y cuando puede se va a otro lado o regresa a su país, si las condiciones cambian.
El Ciudadano no. Nació o se hizo parte del pueblo. Sufre su dolor, ama su tierra, canta sus canciones. En pobreza o riqueza su pueblo es su pueblo, Y si fuera necesario da su vida y muere por su país. El turista cuando hay problemas se va; el refugiado huye.
En la iglesia están estos tres grupos, también.
El Turista. No le importa nada, excepto lo que le agrada: el buen sermón, la buena charla, las promesas de Dios, la sanidad, y las bendiciones.
El Refugiado está pensando en la iglesia que dejó, en los defectos de la que está y en la próxima iglesia que huirá. No está por amor, está por necesidad.
El Ciudadano ama a su congregación, le interesa cada detalle de la iglesia, está orgulloso y feliz de pertenecer a ella, sufre con las cosas tristes y se goza con las cosas hermosas. Tiene una amorosa sensación de ternura por su iglesia y trabaja para mejorarla y embellecerla.
Cuando llegue el día de las Decisiones Finales, Dios llevará solamente a los ciudadanos. No hay lugar en el cielo para turistas ni refugiados.
Tomado del libro “Nuestro Pastor Dice” (Edición Agotada) por Dr. Carmelo B. Terranova