Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis Como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente.
Efesios 4:17
Un hombre espiritual está henchido del Espíritu Santo. Por todas partes se manifiesta QUIEN habita en su interior. No necesita decirlo: se conoce por su hablar, su escuchar, su amor y su humildad, de la cual nunca está muy consciente, y su gran apego a las almas sin Cristo. Está tan satisfecho con su intimidad con el Señor, que siente un ostensible menosprecio por halagos humanos o reconocimientos de los hombres.
Un hombre carnal está hinchado por el espíritu de este siglo. Muy pronto manifiesta su hinchazón. Si no lo reconocen, lo halagan o le dan crédito por sus actividades, muy pronto la hinchazón se convierte en irritación. Pablo recrimina a los vacíos colosenses llamándoles: “Vanamente hinchados por su propia mente carnal”. Estaban hinchados, no henchidos.
Puede ser que un día cualquiera, Dios haya comenzado a henchir tu vida con el Espíritu santo. (¿Recuerdas?) Comenzó con tu naturaleza y carácter, te llevó a depender de la oración, las Escrituras y tus autoridades espirituales o mentores (Las que antes admirabas y ahora cuestionas). Estabas en la escuela de la disciplina de ser lleno del Espíritu Santo. Pero otro día cualquiera el enemigo comenzó a usar las puertas que tu orgullo le abrió. Y empezó la hinchazón.
Ahora estas hinchado de tus aparentes logros, de tus equivocados reconocimientos y el maltrato que han hecho que la gloria se haya ido de adentro y sólo te queda la hinchada cáscara de una vida que se vació. Aún puedes volver a reclamar una vida henchida del Espíritu y rechazar una naturaleza hinchada de la nada. Simplemente comienza reconociendo que esto es para ti.
Tomado del libro: Un Corazón Pastoral por el Dr. Carmelo B. Terranova