El altar ocupa un lugar importante en la historia del pueblo de Dios.  La primera cosa que Dios le pidió a Abraham fue que levantara altares.  La iglesia es un lugar de altar.

¿Qué es un altar?  Es un lugar de encuentro entre Dios y el hombre.  Es un lugar de ofrenda.  Allí vamos nosotros con todo lo nuestro.  Un altar es un lugar de sacrificio y un lugar de reconciliación.  Es tan importante en la historia espiritual de una vida que algunas de las crisis espirituales más importantes de nuestra historia comienzan al pie del altar.

A veces Dios toca el corazón tuyo y el Espíritu Santo te invita a ir al altar, pero en ese momento el enemigo te dice cosas que ya tú sabes: “para qué ir otra vez”, o si no, “ya lo has hecho”, o tal vez te dirá, “ninguno ha ido, no vayas tú”.  Tu enemigo sabe que aunque Dios está en todas partes, a El le agrada encontrarse contigo en el altar.  Hay bendiciones en ese lugar que no se dan ni en el banco, ni en la casa ni en la calle.  Por eso el salmista dice: “Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo”.

Cuando vayas a la casa de tu Dios, ve abierto y dispuesto a recibir bendiciones para luego dar bendiciones y sella todo esto en el altar de Dios.

Tal vez el predicador no haga ninguna invitación pero Dios te la está haciendo, reverentemente, obediente y dulcemente ve al altar de Dios y si lo has hecho mil veces, aún puedes hacerlo setenta veces mil.

Oración:   Llena nuestra boca de silencio para que no pronunciemos excusas que impidan recibir Tu bendición en el altar.  Amén.

Tomado de:   De un corazón pastoral por el Dr. Carmelo B. Terranova