Escuchando a uno de estos modernos profetas de la teología de la prosperidad con su fraseología y terminología propias de esta filosofía moderna –aunque antigua – mencionó un hecho que es bíblico, aunque el enfoque fue humanista: DIOS QUIERE QUE PROSPERE. Dije en mi mente, claro que Dios quiere que prosperemos, pero no como un objetivo de beneficio personal, sino como un instrumento para bendecir a los demás. Si la riqueza es el objetivo- y Dios no condena la riqueza – nos convertimos a la imagen del objetivo que alcanzamos.
La mitología griega cuenta la historia del rey Midas, un rey de cercano oriente muy rico, pero soñaba con ser el más rico de la tierra. Un dios pagano le pregunta al Rey Midas que quieres, y él le contesta: “Todo lo que toque se convierta en oro.” Lo cual inmediatamente le fue concedido. El Rey Midas toca un pedazo de barro… se convierte en oro, toca su ropa… se convierte en oro, toca un vaso… se convierte en oro. Entonces ve a su hija y entusiasmado por lo que hacían sus manos, le da un abrazo a su hija y le dice: “somos…” la frase nunca terminó, porque convirtió a su hija en una estatua de oro. La enseñanza aquí es; la obsesión de ser rico puede dañar lo más que amas. La prosperidad debe ser un instrumento y no un fin en la vida.
Jesús en el pasaje de Mateo 6:19 está hablando de las motivaciones. No condena la riqueza, ni aplaude la pobreza, sino, que en lo que más amo, allí estará mi corazón. Es decir no puedes tener dos amores. El consejo bíblico es: “Haz tesoros en el cielo”.
Las cosas más bellas de la vida, sin la bendición de Dios, se convierten en monstros sin vida. Todo lo que está en la tierra se corrompe sin la bendición de Dios. ¿Cómo hacer tesoros en el cielo? En primer lugar declara a Dios como el dueño de todo tu dinero, si eres dueño de negocio, traspasa tu empresa al cuidado del Señor. En segundo lugar entrega cada cosa a Dios, El lo bendecirá.
Tres preguntas que tendrás que contestar: ¿Dónde está tu corazón?, ¿Dónde está tu lealtad?, ¿Cuál es tu gran amor? Donde esté tu corazón, ese es tu tesoro.
Pastor Luis O. De León