Muchas personas viven sin darse cuenta de que gran parte de nuestra perspectiva sobre la vida, nuestras actitudes, disposición, son conductas aprendidas. Son hábitos que formamos por repetición a lo largo de los años. Sí pasamos años concentrándonos en lo malo y no en lo bueno, estos patrones negativos nos impedirán disfrutar de nuestras vidas.

Adquirimos muchos de nuestros hábitos imitando a nuestros padres o a quienes estaban con nosotros mientras crecíamos. Hay estudios que indican que los padres negativos crían hijos negativos. Si tus padres o abuelos se enfocaban mas en lo malo, vivían bajo una gran presión, molestos o desalentados, es muy posible que hayas formado los mismos hábitos negativos. Nuestros malos hábitos están relacionados directamente con nuestro afan.

El afán es lo que conocemos hoy en día como estrés. Este término fue acuñado por el investigador canadiense Hans Sleye en 1956. Este vocablo que viene del idioma inglés significa: peso, presión.

Por el otro lado no siempre el estrés es negativo, hay lo que se conoce el estrés “bueno” que nos impulsa frente a los desafíos de la vida, se convierte en algo malo o negativo cuando es crónico.

El afán no es solo preocupación, todos nos preocupamos. Es permitir que los problemas estén encima de nuestra dicha espiritual. No podemos evitar los problemas, ni podemos evitar las crisis, pero si podemos evitar que los problemas y las crisis se metan en nuestro mundo interior y nos roben el gozo del señor.

¿Cómo evitar que el afán me afecte?   En primer lugar, ponga a Dios en primero en su vida y búsquelo de corazón, lo demás viene. En segundo lugar aprenda a relajarse confiando que Dios está en control. En tercer lugar vive intensamente el día de HOY para la Gloria de Dios. Usted vale mucho para Dios, él le ama y le cuidará. Amén

 Pastor Luis O. De León

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