Las bocas de los leones fueron cerradas (Daniel 6:1-23).

Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría –  Daniel 2:20.

¿Ha pasado por algunas tormentas últimamente?  No hablo de huracanes, tornados o tormentas de rayos.  Hablo de las tormentas de la vida, como por ejemplo lidiar con la pérdida de un ser amado o una seria crisis financiera. ¿Tal vez esterilidad o un niño con necesidades especiales que requiere cuidado constante?  ¿Hay alguien a quien usted ama que ha sido diagnosticado con cáncer o cualquier otra enfermedad que amenaza su vida?  Esta lista describe básicamente mis dos últimos años.  A veces me siento como que hay una nube tormentosa colgando sobre mi cabeza, siguiéndome en cualquier dirección en la que trato de huir.  Esas tormentas afectan mis opciones, mi nivel de estrés, mis cambios de humor, mi propia salud y mi sentido de paz. Esas son las circunstancias de la vida que nos privan del gozo, robándose nuestra efectividad ante el Señor.

Daniel se encontró a si mismo enfrentando una gran tormenta cuando uno de los principales del reino engañó al rey Darío para que firmara una ley.  Daniel sabía que la nueva ley declararía ilegal cualquier oración que no fuera dirigida al rey, pero sin embargo se negó a retroceder y darse por vencido.  Daniel confió en que Dios estaba en control de sus circunstancias.  El foso de los leones lo esperaba, pero eso no cambió su mente.  El sabía que su Dios, el único y verdadero Dios viviente, lo protegería.  Y así lo hizo.  “Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones”, le dijo Daniel al rey (Daniel 6:22).

Leones que comen seres humanos y que rompen huesos y cráneos son circunstancias bastante intensas para enfrentar.  Hasta se puede decir que no ofrecen ninguna esperanza ante los ojos de los que tienen que lidiar con este tipo de “tormentas”.  Cuando Daniel fue arrojado al foso de los leones, no tenía la completa seguridad de que Dios lo salvaría.  No sabía si volvería a ver la luz del día, pero confiaba en que, sin importar lo que pasara, Dios estaba en control.  Y eso fue suficiente para él.  ¿Es suficiente para usted?  Piense en las circunstancias que está enfrentando. Quizás esté pasando por las mismas tormentas que yo estoy pasando, o tal vez por algo peor. Pero yo le aseguro que, no importa cuán grandes sean, nuestro Dios es más grande y más poderoso.  Entrégueselas a El y confíe en su poder para controlarlas.

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