Muchos jóvenes sueñan con ser dueños de su negocio, músicos, doctores o arquitectos.  Otros, lo único que les interesa es estar con sus “panas”, divertirse y pasarla bien.  Pero Lucas de Carvalho Rodríguez, un joven puertorriqueño de 20 años, que habla español, inglés, portugués y un poco de turco, tiene unas metas distintas: quiere ser piloto misionero.  “Estoy en mi tercer año de Texas Letourneau University y estudio Aviación Misionera.  Hago un bachillerato en Ciencias Aeronáuticas con concentración en misiones. Quiero ser piloto misionero para llegar a lugares de poco acceso y ayudar y compartir con la gente. En una  avioneta puedo llegar en 15 minutos a un sitio que por tierra me tomaría 4 días o más”, explica.  Desde su adolescencia, este joven ha tenido claro que quiere ser misionero. Y no es de extrañar, pues vivir en las misiones fue algo que conoció en sus años de formación.  “Mis padres, Decio y Elba, eran misioneros desde antes de casarse. Luego, regresaron a Brasil de donde es mi papá y fue ahí donde nací. Cuando yo tenía 2 años nos mudamos a Turquía, a vivir en un campo misionero. Ahí nos criamos mis hermanos, Esteban, Amanda y yo”. Cuando cerró la misión de Turquía, sus padres vinieron a vivir a Puerto Rico, ya que Elba era boricua y su familia vivía aquí. Lucas tenía 8 años de edad y empezó a estudiar en Robinson, lugar donde trabaja su mamá. Sus grados 11 y 12 los hizo en University Gardens, en Río Piedras. “De ese trasfondo misionero de mis padres es que surge mi amor por querer hacer misiones”, confiesa. Lo de combinarlo con la aviación, dice que fue por estar montado tanto en aviones. Junto a los jóvenes de la iglesia a la que pertenece, Alianza Cristiana y Misionera de las Cumbres, en Cupey, Lucas ya ha ido 3 veces en misiones a la República Dominicana, a Los Miches en Dajabón. “Ayudamos con la construcción, con los niños y a dar apoyo a la comunidad. En Puerto Rico visitamos cárceles, hogares de ancianos y residenciales. La idea es ayudar, compartir a Cristo”, asegura.  En uno de los viajes universitarios, Lucas fue a Alaska, al pueblo de Aniak, que sólo se llega en avioneta. “Fui en mayo, en una época donde no hace tanto frío. Allí ayudaba con el patio, en la construcción o cortaba leña. “Cuando termine la universidad voy a buscar la dirección de Dios. El siempre me dirige, mira que yo nunca pensé venir a Estados Unidos,  y ahí me condujo a estudiar. Lo que sí estoy seguro es que me gusta estar con la gente y tratar de demostrar a través de mis acciones y mi vida el amor de Cristo”, puntualiza.