El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.  Mateo 24:35

Hay algo conmovedor en los hombres y las mujeres que caminaron cerca de Dios. No algo exactamente en ellos mismos, sino a pesar de ellos mismos. Y era una confianza abrumadora y persistente en la palabra de honor de Dios.

Jacob no era un ejemplo de santidad y honorabilidad, pero desde su adolescencia estaba determinado a confiar en las promesas del Señor. Y como descansaba en el honor de Dios luchó, peleó, fue quebrantado y bendecido; y llegó a la santidad. Moisés no era un modelo de mansedumbre y fe. Por su impaciencia pudo haber frustrado los planes de Dios. Pero el Señor tenía Su palabra de honor y Moisés la creyó y llegó a ser el hombre más manso de la tierra y el caudillo más admirado de todos los siglos. Así fue Pablo y también Pedro, y también Jeremías y Daniel.

La lista es interminable. Hombres que si se miraban a ellos mismos se derrumbarían en frustración y amargura. Pero miraron a Dios, confiaron en Su palabra de honor y prevalecieron y sus nombres iluminan la historia y sus vidas resplandecen en los cielos.

Si miro mi propia vida, no hay base para esperar nada, ni razones para confiar en grandes causas. Yo confío y descanso en el honor de Dios. Pablo dice: “Por medio de nosotros para la gloria de Dios”. Es Su palabra de honor que la aplica por medio nuestro. Isaías dice: “Lo que yo hago quién lo estorbará”. Y agrega: “Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea mancillado mi nombre y mi honra no la daré a otro”.

Amado hermano, amada hermana, amado mío, descansa gozosa y confiadamente en la palabra de honor de Dios porque Él lo ha dicho. Él lo hará.

Tomado del libro del Dr. Carmelo Terranova, “Un Corazón Pastoral”

 

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