“Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; Ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado.” Salmo 38:3 

Henry David Thoreau, el gran escritor, ensayista y filósofo estadounidense del siglo 19- gran amigo de otro gran filósofo de su época, Ralph Waldo Emerson- escribió lo siguiente: “Multitud de personas llevan vidas de silenciosa desesperación.”  Si estas palabras fueron acertadas en su época, cuanto más lo son hoy.

Cuando observamos el comportamiento de la sociedad de hoy, donde hay tanto odio y tanta maldad y parece que crece día a día, la violencia sin límites donde se ha perdido el respeto a la vida y a la dignidad del ser humano, los niños y mujeres maltratados, las drogas ilícitas que están exterminando nuestra juventud, el alcohol que desfigura la personalidad del ser humano y destruye el hogar, el deterioro de los valores y principios de la moral, la depresión que desemboca en el suicidio, son la evidencia contundente de una sociedad que está experimentando la peor crisis de toda la historia de la humanidad.  No hay que ser un especialista en la conducta humana para llegar a esta conclusión. Entonces surge una pregunta que más que retórica o filosófica, tiene una urgencia sin precedentes,  ¿Cuáles son las causas de las crisis humanas?  Sin entrar en mucha filosofía o razonamientos estériles que conducen a mayor desesperación, Dios, que conoce al ser humano porque Él lo creó, tiene la respuesta a esta pregunta en el salmo 38.

En primer lugar: A causa de la Ira de Dios (v.3ª)No es tanto un sentimiento punitivo sobre la desobediencia, sino la limitación de Dios para ayudarnos y bendecirnos cuando decidimos darle la espalda. En segundo lugar: A causa del pecado-(v.3b) Este nos mancha, lastima el corazón de Dios, nos lleva a la muerte. En tercer lugar: A causa de mi locura (v.5)– Nos lleva a más esclavitud que libertad. En cuarto lugar: A causa de la conmoción de mi corazón (v.8)– Vivimos en la mentira y la confusión de este mundo.  El mismo salmo nos habla de cuatro soluciones: Se honesto (v.9y10)– no ocultes tu condición, luego ten confianza (v.15), confiesa (v.17, 18) y clama a Dios por tu victoria (v.21, 22).  Declara hoy victoria en tu crisis en el Nombre del Señor Jesucristo.  Amén.

Pastor Luis O. De León

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