Por Sue Danneker, sirviendo en Tailandia
Nong Bam, de seis años, se asomó a la puerta de nuestro centro ministerial. Ya el servicio de adoración de la tarde se había terminado y estábamos limpiando luego de la cena.
“¿Vas a enseñarle a los niños hoy?, preguntó Nong. Mi corazón se derritió.
Los niños del vecindario tienen la libertad de entrar a nuestro centro a cualquier hora, ya que los padres no se molestan. Nong Bam vio la puerta abierta y no se había percatado que la “cita” de la iglesia del niño había pasada dos horas atrás.
“Sí, Nong Bam, voy a enseñarles a los niños hoy” le contesté. Me alegra adaptar mi horario para estos pequeños.
Nong Bam preguntó si tenía hojas de colorear y le dije que sí y se alegró mucho y fue a buscar a dos niños más de nombre Peace y Poss. Trajeron sus lápices de colorear y comencé mi lección sobre el Buen Pastor.
Después que terminaron de colorear sus hojas, las pusieron en el tablón de anuncios y les pregunté si querían ver el ensayo de los panderos en el segundo piso. Sus ojos se agrandaron y corrieron hacia las escaleras, pero se quitaron sus zapatos, como es la costumbre aquí, antes de subir. El santuario estaba lleno de música y el Pastor Sukprasan tocaba los tambores mientras otros cantaban canciones de adoración y los danzores tocaban sus panderos. Los niños estaban cautivados por lo que veían. Luego que terminó el ensayo, los niños tuvieron oportunidad de tocar los instrumentos y disfrutar un rato. Después se fueron felices a sus hogares.
Por eso estamos aquí en Tailandia—para compartir la luz de Cristo y Su amor con aquellos que necesitan al Buen Pastor. Sus oraciones fieles y ofrendas generosas hacen posible que toquemos las vidas de la gente de Tailandia, incluyendo a Nong Bam y sus amigos, para Jesús.
Oren para que estos niños continúen escuchando la voz del Buen Pastor y pongan su confianza en El. También oren para que sus padres puedan conocer a Jesús como su Buen Pastor.