Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.        Hebreos 11:1

La fe es la razón de Dios.  La fe es del lado nuestro, es el recurso para llegar a Dios y moverlo  hacia nuestro lado.  Fe es tomar cada promesa de Dios y encerrarla en la proposición de Romanos 12, cuando habla del “culto racional” a Dios, o como lo expresa la otra versión: “El culto lógico”.

Muchos de nuestros conflictos con Dios y con la fe tienen que ver más con nuestra ignorancia que con nuestro amor a Dios.  A Dios siempre podemos amarlo, pero no siempre podemos entenderlo.  Ese fue el conflicto que vimos en los profetas; ellos profetizaban, eran fieles en proclamar el mensaje de Dios, pero no siempre lo entendían, y eso les ponía en crisis y dolor.  Jeremías es el máximo modelo de un amor incomparable a Dios y una constante rebeldía por lo inexplicable y misterioso del obrar de Dios.

¿Cuál debe ser nuestra actitud? Confiar en la lógica de Dios, y en su razón.  Por eso cuando Dios da una promesa o propone un mandamiento, o pide un sacrificio, la fe mía debe actuar porque la razón de Dios ya obró.   La grandeza de Abraham, o de Moisés, o aún de Pablo, no consistía en una fe que brotaba de sus razonamientos o de sus conclusiones, ni aún de  su amor a Dios – siempre indiscutible! – sino de la absoluta confianza en que Dios tiene razón.   Por eso fe es la razón de Dios.  Actúa confiadamente.  Dios sabe, por eso, otra vez repetimos: “Fe es dar por hecho lo que Dios ha dicho”.

Oración:   Señor, ayúdanos a ejercitar nuestra fe y aceptar día a día Tu voluntad.  Amén.

Tomado del libro, De un corazón pastoral, del Dr. Carmelo B. Terranova

Categories: Reflexiones

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