Juan Calvino llamó el libro de los salmos: Una anatomía de todas las partes del alma. Las tristezas, las alegrías, los temores, los triunfos, las esperanzas, todo es retratado en el libro de los salmos. Para los cristianos es uno de los devocionarios favoritos, leídos a diario, porque encontramos en ellos un aliciente para nuestros momentos de crisis y respuestas en nuestros momentos de angustia. Además los salmos eran el himnario usado en las grandes festividades y celebraciones judías. La gran mayoría eran cantados.
El salmo 63, escrito por David – aunque no todos fueron escritos por él – describe el anhelo casi hasta la desesperación de la Presencia de Dios en su vida. David, destronado en forma temporal (perseguido por la ley de Saúl), atraviesa a pie el desierto de Judá, rumbo a su lugar de exilio forzado, al este del Jordán. Aunque la situación política del rey está en su punto más bajo, su vitalidad espiritual está muy alta.
Definitivamente, David está enamorado de su Dios. Esta historia se repite en todo corazón enamorado de Dios: Sed del Ser Amado, deleite en su Presencia y a veces tristeza en la distancia.
Nunca estaremos seguros del verdadero amor si no hay el toque doloroso de sufrir a la distancia. Hay momentos en nuestras vidas, que el cielo se ve grisáceo y el horizonte apenas se puede divisar y los nubarrones de las circunstancias de la vida nos conducen a un sentimiento taciturno.¿Qué hacer? David hizo cuatro cosas en ese anhelo de estar en su Presencia:
- Clamó a Dios (1)- con fervor , intensidad y frecuencia
- Adoración en la Casa de Dios ( 2) – Experiencia de Poder y Gloria
- Mejor es tu misericordia (3) – Gratitud
- En tu nombre alzaré mis manos (4)- Rendición y descanso
Si clamas, adoras y vives en su misericordia, tu corazón anhelará su Presencia momento a momento, y su Presencia será tan refrescante y relajante, como el sonido de las aguas suaves, limpias y delicadas del riachuelo.
Pastor Luis O. De León