Y nosotros tenemos este mandamiento de Él: El que ama Dios, ame también a su hermano.
1 Juan 4:21
Bajé de la plataforma después del llamamiento, y el Pastor principal me rogó que lo acompañara urgentemente al hospital. Una hermana que se había convertido en mi última campaña, estaba agonizando en la sala de intensivo.
Entramos los dos. La mujer estaba respirando con dificultad. Hundidos los ojos en sus oscuras cuencas apenas podía mirar. No la recordaba, pero intenté decirle algunas palabras de fe y consuelo. Entonces abrió sus labios y con mucha dificultad me dijo: “Con usted conocí al Señor. No hable. Pastor, solamente tome mi mano…” Cogí su delgada y fría mano y nos miramos a los ojos. No sé cuánto tiempo. Con esfuerzo dibujó una sonrisa y lentamente sus ojos se apagaron mientras yo sostenía su débil mano.
No hablé en todo el camino hasta que llegué a la casa donde me hospedaba, y corrí a mi cuarto para intentar hablar con Dios. “No hable. Pastor, solamente sostenga mi mano”. Me parece que muchos están diciendo lo mismo. Muchas palabras y pocas manos extendidas. Si habláramos menos y amáramos más, habría más sonrisas aún al borde de la muerte.
A veces tengo impulsos de mirar al cielo y decir: ¡”Señor, no hables, ya conozco Tu voz, solamente toma mi mano y no la sueltes…”!
Oración: Padre, que pongamos todo el amor que Tú nos has dado en práctica. Haznos sensibles a la necesidad del prójimo. Amén.
Tomado del libro: De un corazón pastoral del Dr. Carmelo B. Terranova