Estamos tan habituados a la claridad del sol que desconocemos la riqueza de una noche estrellada. A menudo estamos dormidos cuando el cielo es más bello y destellante.

Hasta que un día cualquiera, el sol se oculta; la noche se hace larga y las sombras se convierten en tinieblas mientras denso nubarrones cubren el solitario horizonte. Pero arriba de las nubes las estrellas brillan, y el otro lado de la vida el sol sigue resplandeciente. Sólo vemos las nubes solitarias.

Hasta que de repente se rasga el manto negro de la noche y las estrellas comienzan a parpadear con resplandeciente hermosura.

Así es la vida. Estamos tan acostumbrados a vivir bajo el Sol de Justicia- Cristo, y bajo el luminar de la Luna- la Iglesia, que no nos damos cuenta de la presencia de las Estrellas- cada uno de nuestros hermanos en Cristo.

A veces es necesario la noche oscura; los negros nubarrones y el distante sol con la callada luna para que nazcan las estrellas, cuya presencia brillante anuncia que ellas son el reflejo del Sol y las compañeras de la Luna.

Gracias a Dios por cada estrella, cada hermano, cada hermana. Graciasa Dios que a veces nos despierta en la noche para ver el parpadeo destellante de las estrellas que nos rodean.

Tomado del libro Un Corazón Pastoral por el Dr. Carmelo B. Terranova

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