Un hombre espiritual esta henchido del Espíritu Santo. Por todas partes se manifiesta Quien habita en su interior. No necesita decirlo: se conoce por su hablar, su escuchar, su amor y su humildad, de la cual nunca está muy consciente, y su gran apego a las almas sin Cristo. Está tan satisfecho con su intimidad con el Señor que siente un ostensible menosprecio por halagos humanos o reconocimiento de los hombres.

Un hombre carnal está hinchado por el espíritu de este siglo. Muy pronto se manifiesta su hinchazón. Si no lo reconocen, lo halagan o le dan crédito por sus actividades, muy pronto su hinchazón se convierte en irritación. Pablo recrimina a los vacíos colosenses llamándoles: “Vanamente hinchados por su propia mente carnal.” Estamos hinchados, no henchidos.

Puede ser que un día cualquiera Dios haya comenzado a henchir tu vida con el Espíritu Santo. (¿Recuerdas?). Comenzó con tu naturaleza y carácter, te llevó a depender de la oración, las Escrituras y tus autoridades espirituales (las que antes admirabas y ahora cuestionas). Estabas en la escuela de la disciplina de ser lleno del Espíritu Santo. Pero otro día cualquiera el enemigo comenzó a usar las puertas que tu orgullo le abrió. Y empezó la hinchazón.

Ahora estás tan hinchado de tus aparentes logros, de tus equivocados reconocimientos y el maltrato que te han hecho que la gloria se ha ido de adentro y sólo te queda la hinchada cáscara de una vida que se vació. Aún puedes volver a reclamar una vida henchida del Espíritu y rechazar una naturaleza hinchada de la nada. Simplemente comienza reconociendo que esto es para ti.

 Tomado del libro: Un Corazón Pastoral del Dr. Carmelo B. Terranova

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