Era uno de esos días que no hay mucho en calendario y no tenía planes de salir. Decido quedarme a leer en casa. Suena el teléfono y me informan que Carmen había tenido un accidente guiando su guagua escolar. Había sido llevada al Centro Médico por personas que le ayudaron. Su esposo estaba trabajando y no tenía teléfono y sus hijos eran niños de edad escolar. Ella pidió que llamaran al pastor.

Llego al hospital y la encuentro muy adolorida y esperando ser atendida. Oro con ella y espero por lo que sucedería.

Llegó el doctor y lo primero que me pregunta es: “¿Qué queda usted de ella?”(Mi vestimenta en ese momento no era la típica camisa y corbata y tampoco estaba muy planchado. Recuerda que te dije que estaba leyendo en casa cuando me llamaron.) Así que, le contesto: “Su hermano”. “Pues quítele el brassiere (sostén) que le van a sacar una placa en la cama”.

Eso no estaba en la descripción de tareas que yo había aprendido en mi clase de métodos pastorales; así que, le dije a Carmen: “Cúbrete bien y coopera conmigo”. Cerré los ojos y procedí a quitar el brassiere (sostén).  Como estaba en Sala de Emergencias y no había dónde ponerlo, lo coloqué en el bolsillo trasero de mi pantalón.

Salí del cuarto y fui al área donde venden comida rápida. Pedí un emparedado y refresco. La servilleta era pequeña. Decidí  usar el pañuelo para limpiarme la boca al terminar de comer. Metí la mano en el bolsillo y saqué el brassiere (sostén) en vez del pañuelo. Lo metí rápido al bolsillo al darme cuenta. No pude evitar reírme y tampoco la mirada rara de los que estaban cerca y observaron. Yo sabía cómo había llegado al bolsillo, los demás no. Seguramente llegaron a otras conclusiones.

Para pensar…

Cuantas veces juzgamos por lo que vemos y la verdad es otra que no conocemos. ¿Recuerda la última vez que te ocurrió?  Santiago nos da un buen consejo. Búscalo en Santiago 4:11-12

 Tomado del libro: “Cada día se aprende”  del Rev. Jorge Cuevas Vélez

 

Categories: Reflexiones