Lavar “patas sucias” no tiene nada de heroico ni de romántico. Pero que lo haga el Hombre más Hombre que jamás pisó la tierra y el Santo más sublime que la humanidad ha conocido, eso sí es increíble y vergonzante.

Estaban soñado con delirios de grandeza: “El más importante; el más valioso; el primero, el as”, etc. Jesús toma un recipiente de agua y una toalla  y lava los pies de sus asombrados discípulos. Esa es la medida de la grandeza, la increíble delicadeza de la grandeza.

Muchos sueñan con románticas aventuras en selvas distantes y salvajes, pero jamás sueñan con cosas pequeñas. Queremos ser ungidos, no ujieres. Suspiramos por púlpitos famosos y multitudes que nos admiren, pero servir a los borrachos, drogadictos y pobres mujeres envilecidas… ¡eso sí que no…!

Hay hombres y mujeres con increíble capacidad para bendecir a multitudes, cruzar fronteras y hacer historia… ¡y Dios está deseando usarlos, pues los ha dotado y bendecido! Pero no puede hacerlo. Quien no es fiel en lo poco, nunca hará mucho. Podemos estar toda la vida soñando con aventuras románticas de sueños heroicos y envejecer esperando porque nunca tomamos un recipiente de agua y toalla, que son las herramientas que Dios usa para forjar la grandeza y la dignidad de sus seguidores, los que en todo quieren imitar a Jesús.

La grandeza es  muy delicada, fina, servicial, humilde, con sabor a cielo y sudor, con oraciones ardientes y manos que lavan pies y sirven en la humildad y la sencillez.

 

Tomado del libro “Un Corazón Pastoral”  del Dr. Carmelo B. Terranova

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