Uno de los juicios más amargos que hiciera Jesús contra los Fariseos tenía que ver, curiosamente, con su celo misionero. Ellos, decía Jesús, son capaces de ir hasta el último rincón de la tierra para conseguir un prosélito. Pero una vez conseguido lo hacían doblemente hijo del infierno. (Mateo 23:15)
No es cuán lejos vamos a predicar, ni cuánto trabajamos en los hogares, ni cuánta actividad religiosa realizamos; sino cómo nos comportamos con los que están cerca, cómo inspiramos con nuestra vida a los que nos conocen, cómo amamos a la hermana y el hermano que lo único que precisa es sólo un gesto de amor, una sonrisa de simpatía, un toque de cariño.
Si los que están cerca no son bendecidos difícilmente lo serán los que están lejos.
Reflexión del Dr. Carmelo B. Terranova tomado del libro Nuestro Pastor Dice…