¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! Hebreos 10:31
Jesús sanó a un paralítico. Fue una tremenda bendición. Poco después Jesús lo encuentra en el templo y le hace una extraña y sorprendente advertencia: “…no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”. La implicación es escalofriante y sobrecogedora. Muchas bendiciones pueden llegar a convertirse en maldiciones. Pedro nos asusta al decirnos: “…mejor les hubiera sido no haber conocido, volverse atrás…su postrer estado viene a ser peor que el primero”.
El hogar está en crisis y habiendo agotado todo método acudimos a Dios, oramos, pedimos consejería. Y poco a poco Dios obra. Ya conseguimos lo que queríamos; Dios y sus cosas no importan más. Y le abandonamos. Puede ser una enfermedad, o sentimiento de culpabilidad, o problemas económicos o personales. Dios responde, la Iglesia nos rodea y todo se convierte en bendiciones y esperanzas. Por un tiempo somos fieles y agradecidos. Prometemos una y mil cosas y hasta llegamos en algunos casos a bautizarnos. Poco a poco encontramos fallas, defectos en los hermanos, en el Pastor, presiones en la Iglesia y le damos la espalda a Dios. Ya no nos importa. No queda nada de remordimiento, solo resentimiento y rechazo.
No hay mayor castigo que burlarse del amor de Dios. El amor pisoteado y hollado arranca del corazón de Dios las amargas palabras: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” Lo que un día fue bendición ahora se convierte en la más terrible maldición.
No te equivoques. No te engañes. Puede ser que tu corazón y tu conciencia estén endurecidos que no te das cuenta de tu condición. Pero lo que un día comenzó con la promesa de una gran bendición termina en el juicio de una gran maldición. Algunas bendiciones pueden convertirse en maldición.
Tomado del libro: Un corazón Pastoral por el Dr. Carmelo B. Terranova