Hay un comportamiento que está moldeando nuestra sociedad y se ha convertido en un hábito peligroso. Este hábito se llama LA PRISA, NO QUERER ESPERAR. La naturaleza humana tiende a querer todo AHORA MISMO, siempre tenemos prisa, aun en las cosas más sencillas de la vida cotidiana. Posiblemente, mi querido lector, en su mente se dibuja un sinnúmero de escenas que reflejan esta realidad, que se ha convertido en una enfermedad.
Por el otro lado la culpa no es del todo nuestra. La sociedad moderna nos ha empujado paulatinamente a esta actitud de vida que yo llamo el desenfreno a lo instantáneo. Tenemos jugo de China (Naranja) instantáneo, café instantáneo, comida instantánea (microonda) y la información al momento con solo presionar un botón. Aunque el propósito de todo esto es hacernos la vida “más fácil”, lo cierto es que se ha convertido en una actitud nociva que lleva a muchas personas a la insensibilidad y la agresividad. Solo observe el comportamiento de las personas en nuestras carreteras.
El peligro está cuando esta actitud llega al ámbito espiritual, porque afecta directamente nuestra fe y confianza en el Señor. Queremos que Dios conteste nuestras oraciones AHORA, y si no lo hace como queremos y cuando queremos, nos desanimamos, desilusionamos, nos enfriamos y comenzamos a ausentarnos de la iglesia; sencillamente por nuestra actitud infantil y egoísta donde le echamos la culpa a Dios de nuestros problemas porque no hace lo que yo quiero. Eso ocurre cuando no entendemos El tiempo de Dios. Este tiempo no es el tiempo humano. Nuestro tiempo terrenal lo medimos en segundos, minutos, horas, días, meses y años. La Biblia le llama a ese tiempo CRONOS. El tiempo de Dios, KAIROS, es el tiempo perfecto (Adecuado) donde hay frutos que redundan en el cumplimiento de la voluntad de Dios en nuestras vidas. Es aquí donde aprendemos a esperar con paciencia el proceso donde Dios está acomodando todas las piezas del rompecabezas de tu vida y la mía para cumplir el sueño de Dios que coincidirá con nuestros sueños. Descansa en el tiempo de Dios, porque Dios no llegará ni un segundo tarde.
Pastor Luis O. De León