Nuestro mundo moderno es uno malhumorado, pesimista e inmoral. Tengo la impresión que a veces parece que estas actitudes se filtran en nuestras iglesias evangélicas.
Dios quiere que vivamos intensamente felices en un mundo intensamente infeliz. Pero muchos cristianos no han descubierto que una de las virtudes del Fruto del Espíritu es el GOZO. Muchos piensan que el Gozo Espiritual es el resultado de una sucesión de cosas agradables. Es decir, se alcanzaría la felicidad por medio de factores dichosos. Decimos para ser feliz y experimentar el Gozo del Espíritu todo debe estar bien: la economía, la salud, la familia y aun la religión. La suma de todo esto nos permite dar gracias a la vida porque “todo está bien”. Hasta que un día cualquiera experimentamos la inesperada dicha de ser desdichados, de tener un problema serio, una enfermedad grave, una decepción emocional o una caída moral. Inmediatamente se rompe el frágil caparazón de esa falsa felicidad que fabricamos.
Es entonces que el Apóstol Pablo nos dice en Filipenses 4:4: “Regocijaos en EL SEÑOR SIEMPRE”. Y descubrimos que la clave de la felicidad y del Gozo Espiritual no consiste en nuestros logros personales, status económicos, ni en el concepto humanista que define la felicidad. Aunque todo esto nos trae alegría, es por poco tiempo. Nuestra felicidad y regocijo es en NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO que a través del Espíritu Santo nos fortalece, nos sostiene, nos levanta, nos consuela. Esto es el GOZO del ESPÍRITU.
Nuestro regocijo espiritual está encima de nuestro estado de ánimo. Cuando decidas regocijarte en el Señor, aunque no lo sientas hacerlo, Él tomará control aun de tus sentimientos. “Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar.”
Pastor Luis O. De León