Una de las funciones principales del Espíritu Santo es impartirnos la santidad de Dios. Nuestras vidas son egocéntricas y buscan la autosatisfacción, por lo que debemos echar fuera el pecado y buscar la plenitud del Espíritu. Él nos trae actitudes nuevas, nueva motivación, nueva devoción, nuevo amor. La Biblia utiliza la palabra fruto para indicar el comportamiento de un cristiano como resultado del carácter de Cristo por medio del Espíritu santo.
En este pasaje de Gálatas el apóstol Pablo utiliza fruto (singular) y no frutos (plural), porque las virtudes del mismo están conectadas como un organismo entero. Es la combinación de estas virtudes que corresponden al cristiano porque no hay lugar para que consideremos que un elemento del fruto sea mío, negando los otros. El fruto es UNO porque el Espíritu Santo es UNO.
Hay nueve distintos sabores del Fruto del Espíritu en la vida del creyente. Pablo no deja al mundo decir cómo debe ser el cristiano. Ni tampoco deja a la imaginación del cristiano como debe ser un cristiano. Podemos dividir este fruto en tres conjuntos compuesto de tres elementos o virtudes. El primer grupo lo forman el Amor, Gozo y la Paz. Estos hablan de nuestra relación con Dios. El segundo grupo lo forman la Paciencia, Benignidad y Bondad. Estos describen nuestra relación con los demás. El tercer grupo lo forman la Fe, Mansedumbre y Templanza. Estos hacen hincapié en la relación del ser humano consigo mismo, sus actitudes y acciones frente a las dificultades. Estos grupos se relacionan estrechamente entre sí, y todos ellos debieran caracterizar nuestras vidas porque es el reflejo del carácter de Cristo.
El cristiano no puede tomar crédito por ese fruto, porque no es suyo, es del Espíritu Santo. Si usted vive controlado por el Espíritu Santo entonces podrá experimentar a plenitud el Fruto del Espíritu como una realidad cotidiana.
Pastor Luis O. De León