Más que un deseo es un grito del corazón. No importa la medida de dicha que tengamos, siempre deseamos mantenerla y aumentarla. Una felicidad que se extienda a los familiares y a todo el entorno de nuestra vida.

A veces se me ocurre que el criminal despiadado y el santo más piadoso coinciden en que cada uno – a su manera- quiere felicidad.

La Biblia es un manual para ser feliz y hacer feliz. Y si tomamos el contenido y lo sintetizamos en conceptos, encontramos que felicidad y fidelidad son simultáneas. Ambos se escriben con “F” de Fe.

Fidelidad para con Dios– Hemos dicho que Dios es Aquel, a quien no le damos nada si no le damos todo. Toda lealtad que posterga a Dios es un camino a la infelicidad.

Fidelidad a la Iglesia– Hay muchas cosas buenas que nos gustan y que pueden desplazar a la Iglesia de nuestra prioridad. Pero toda cosa buena que quebranta la unidad del Cuerpo y minimiza la vida congregacional, a la corta o a la larga será una fuente amarga de desdicha. Haz feliz a tu Iglesia y serás feliz.

Fidelidad personal– Ser fiel a Dios, a la Iglesia, a la familia y a los ministerios, es simplemente ser fiel a uno mismo. Y al ser fiel con uno mismo encontramos la fuente interior de la verdadera felicidad.

Si quieres ser feliz deberás estimular la fidelidad. Porque Felicidad se escribe con “F” de Fidelidad.

Tomado del libro Un Corazón Pastoral  del Dr. Carmelo B. Terranova

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