Las Bienaventuranzas son la expresión triunfante de una persona que alcanza la paz interior y eterna. Son exclamaciones de felicidad.  La palabra griega “Makarios” significa “Dicha total”, “Felicidad total”. A veces nosotros los cristianos nos movemos según las ondas de las circunstancias. Es un error depender del entorno porque no podamos evitarlo. Dios quiere que seamos dichosos en medio de la desdicha, porque el Señor  está dentro de nosotros. Parece una paradoja extraña, pero desde la perspectiva espiritual es un hecho real.

Las Bienaventuranzas son la clave para la felicidad y la prosperidad integral (espíritu, alma y cuerpo). No son promesas para el futuro venidero, son realidades disfrutables en el presente.

Por tal razón, el Señor Jesús plantea en su primera Bienaventuranza para alcanzar la Felicidad Total lo siguiente: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. “Los pobres en espíritu”, no es una defensa a la pobreza material, es una ponderación de la condición espiritual necesaria para alcanzar la riqueza espiritual. Parafraseando diría: “Dichosos, felices aquellas personas que toman conciencia de su miseria espiritual y solo les queda Dios, ya aseguraron el reino.” Es el sentimiento de una santa inutilidad. La jactancia,  la autosuficiencia nos hace enfermos espirituales y emocionales, no en gente victoriosa. Nos convierte en débiles espirituales. La gente grande es la que sabe qué le falta, la gente pequeña es la que piensa que tiene todo.

Cada Bienaventuranza es la contraparte de una mala bienaventuranza. Esta diría: “Desdichado el orgulloso de espíritu, porque habiendo perdido el camino a Dios, solo le espera el reino de las tinieblas.”

 Pastor Luis O. De León

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