Desde pequeños se nos ha enseñado que tenemos que honrar a nuestro padre y a nuestra madre para que los días acá en la tierra se nos alarguen, pero ¿Será que estamos cumpliendo con este mandamiento? En esta ocasión quiero referirme al Padre. No podemos negar que cuando estábamos pequeños nuestro padre era nuestro héroe. Todos, en alguna ocasión, presumimos de nuestro padre con nuestros amiguitos y cuando fuimos creciendo la imagen de héroe se fue distorsionando y lo convertimos en un padre que regañaba y no nos dejaba hacer lo que queríamos. Luego, esa imagen cambió a un padre que no sabía mucho y que era anticuado; y cuando el padre muere, reconocemos que realmente era el mejor padre sobre la faz de la tierra.

¿Por qué esperar a que nuestro padre muera para honrarlo y reconocer lo excelente que ha sido?

Yo no me puedo quejar del padre que me tocó. Cuando pequeño era mi héroe, lo veía cada quince días ya que trabaja en la capital, pero todavía recuerdo esos fines de semana en los que le tocaba llegar a casa.  Mis hermanos y yo nos sentábamos en la acera de nuestra casa a esperar que a dos cuadras de nuestra casa el autobús que venía de San Salvador se detuviera. Cada vez que un autobús se detenía nos poníamos de pie para ver si era mi papá el que venía. Cuando por fin era él, salíamos corriendo todos a una misma vez a encontrarlo y a ayudarle con la maleta que siempre traía.

Hoy en día, mi padre es un respaldo tremendo para mi vida, dedica mucho de su tiempo para estar pendiente de cosas que necesito que él me ayude. Siempre me respalda en todo lo relacionado con el ministerio y siempre tiene palabras de ánimo y de fe para cosas que anhelo. Hoy que soy padre,  me doy cuenta que nuestro padre nos ama más de lo que nosotros mismos imaginamos. Es por esa razón que debemos honrarlo y no menospreciarlo por sus cortos conocimientos.  Debemos recordar que él fue una parte importante en nuestro crecimiento, educación y para que hoy día seamos profesionales. Tú no sabes cuantas veces tuvo que sacrificar el poco dinero que tenía para ayudarte en tus cosas y no te imaginas los esfuerzos que ha tenido que hacer para que hoy  día tú seas una persona de provecho para la sociedad y más aún para el servicio a Dios.

Honremos a nuestros padres mientras estén en vida, acércate a él y dile lo importante que es para ti, lo mucho que lo amas y lo grandioso que ha sido para contigo.

Agradezcámosle a Dios por el padre que nos dio, pues él era el indicado para ser tu padre.

Detrás de un buen hijo, siempre hay grandísimos padres, los cuales Dios ha utilizado para que tú seas tú.

Autor: Enrique Monterroza

Categories: Reflexiones