Hace unos minutos terminé  de ver el noticiero con las tristes y lamentables escenas de violencia, asesinatos y protestas. Un hombre asesina a su esposa y se quita la vida producto de unos arranques de celo. Dos hombres y una fémina se agarran a los golpes en medio de la transitada vía de la avenida Ponce De León. Por el otro lado, unos estudiantes universitarios, hace un mes atrás, irrumpieron en una reunión de la Junta directiva de la universidad con insultos, griterías como parte de su agenda de “paz” para apelar sus derechos.  En Venezuela y Alemania marchas multitudinarias de protestas  y actos de violencia. En nuestra isla de Puerto Rico hace dos meses, también estuvo sumergida bajo los disturbios y el desorden en protesta por unas medidas del gobierno y la Junta de Control fiscal. Y aunque hay apelaciones y reclamos genuinos, sin embargo, siempre se repite lo mismo; agresividad verbal y violencia física como el medio para solucionar el conflicto.

Nuestro mundo es un mundo de agresividad, pero realmente éste no es el problema. El problema es que el mundo está lleno de agresivos, de “guerreros”. Y las guerras son las consecuencias de la suma total de odios y resentimientos. En un mundo de tanta violencia, Dios nos llama a ser pacificadores. Un pacificador es esa persona que más que desear la paz, crea las condiciones para que prevalezca la paz, la armonía y la dicha. No es evadir los problemas, es enfrentarlos hasta que el foco de tensión desaparezca.

Ser pacificador es ser hijo de Dios. Porque el hijo de Dios hace lo que hace Dios: procura y trae la paz. Esta Bienaventuranza tiene vigencia y urgencia en el día de hoy: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” En otras palabras: “Dichoso el que busca traer la paz, porque será reconocido como hijo de Dios.”  En medio de tanta intolerancia, SEAMOS PACIFICADORES.

 Pastor Luis O. De León

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