La fe es la razón de Dios. La fe es del lado nuestro, el recurso para llegar a Dios y moverlo hacia nuestro lado. Fe es tomar cada promesa de Dios y encerrarla en la proposición de Romanos 12:1 cuando habla del “culto racional” a Dios, o como lo expresa otra versión: “el culto lógico”.
Muchos de nuestros conflictos con Dios y con la fe tienen que ver más con nuestra ignorancia que con nuestro amor a Dios. A Dios siempre podemos amarlo, pero no siempre podemos comprenderlo. Ese fue el conflicto que vimos en los profetas, ellos profetizaban, eran fieles en proclamar el mensaje de Dios, pero no siempre lo entendían, y eso les ponía en crisis y dolor. Jeremías es el máximo modelo de un amor incomparable a Dios y una constante rebeldía por lo inexplicable y misterioso del obrar de Dios.
¿Cuál debe ser nuestra actitud? Confiar en la lógica de Dios, y en su razón. Por eso cuando Dios da una promesa o propone un mandamiento, o pide un sacrificio, la fe mía debe actuar porque la razón de Dios ya obró. La grandeza de Abraham, o de Moisés, o aun de Pablo, no consistía en una fe que brotaba de sus razonamientos o de sus conclusiones, ni aun de su amor a Dios- ¡siempre indiscutible!- sino de la absoluta confianza en que Dios tiene la razón. Por eso fe es la razón de Dios. Actúa confiadamente. Dios sabe, por eso, otra vez repetimos: “Fe es dar por hecho lo que Dios ha dicho.”
Tomado del libro: “Un Corazón Pastoral” del Dr. Carmelo B. Terranova