La mayoría quisiéramos que Dios nos remendara desde afuera, pero que no se introduzca demasiado en nuestro mundo interior. Yo, personalmente, me resisto que el Señor comience a visitar mi mundo interior, y colocar las cosas en su lugar, quitando unas y poniendo otras. No me doy cuenta que Dios está construyendo un modelo para que funcione eternamente y que compita en el mundo inmortal de Dios. Estamos tan apegados al tiempo, a las cosas y a nuestro pellejo, que hacemos muestras de desagrado cuando el Señor comienza a ministrarnos. “Cuando Dios me lleva al quebrantamiento no es para destruirme, es para reconstruirme.”
El mayor daño que ha hecho esa falsa enseñanza triunfalista de que todo tiene que salir bien, que en todo serás prosperado, y que nunca te tiene que pasar nada malo, es el de robarle a Dios la libertad de rehacer nuestra vida, pulirla, limpiarla, desnudarla y dejarla totalmente vacía…para luego revestirla, renovarla, lustrarla y usarla en una medida jamás imaginada por nosotros mismos. Satanás trató de impedir que Jesús fuera a la Cruz. Aún usó al apóstol Pedro para impedirlo. Pero Jesús sabía muy bien que no hay redención sin Cruz ni victoria sin muerte.
Cuando el Señor se acerque a tu vida con tijeras para podar o con semillas para sembrar, no se lo impidas. No solo es necesario que Dios bendiga nuestros afectos, sino es también necesario que los quite si no mejoran nuestra relación con Dios. Y eso aplica a sentimientos, amistades, negocios o proyectos.
Dr. Carmelo B. Terranova