Vivimos en un mundo acelerado y de continuos cambios. Tenemos el café instantáneo, jugo de china (naranja) al momento, la información al alcance de un botón y los alimentos cocinados en varios minutos gracias a la maravilla del horno microondas.
Ante la vorágine de este estilo de vida, de lo instantáneo, hemos perdido una de las virtudes importantísimas en todas las relaciones humanas: la virtud de esperar, tener paciencia. Queremos las cosas aquí y ahora. Y hasta nos irritamos, deprimimos y desalentamos si no tenemos las cosas tan rápido como las pedimos.
En la vida cristiana, lamentablemente, esta actitud no bíblica se ha convertido en la práctica común del creyente, trayendo como resultado las repercusiones de decisiones precipitadas, que nos hunden en las arenas movedizas del fracaso causado por nuestro orgullo y autosuficiencia.
Es importante creer, ejercer la fe, pero es más importante saber esperar. En Gálatas se nos enseña que parte del Fruto del Espíritu (que es el carácter de Cristo en nosotros) es la paciencia. En la epístola de Santiago (5:7-11) se nos exhorta a tener paciencia, no solo para la venida del Señor, sino para los asuntos cotidianos y momentos difíciles de la vida cristiana.
La paciencia bíblica es la capacidad de estar firmes y de buen ánimo a pesar de la injusticia, adversidad, aflicción, para no dejarse provocar o reaccionar con ira, ni que mengue la pasión y el entusiasmo. No es resignarse a aceptar un hecho incambiable, cruzar los brazos y estar inmóviles. Es acción sincronizada con el tiempo de Dios. Ni me adelanto, ni me atraso. Esto es creer y esperar. Ejemplo tenemos en Abraham, su impaciencia lo llevó a tomar una decisión apresurada y no esperar en la promesa del hijo prometido a través de Sara su esposa y acercarse a la sierva (por insinuaciones de Sara su esposa), para cumplir el propósito de Dios a su manera. Hasta el día de hoy estamos pagando las consecuencias.
Creer y esperar son baluartes de la paciencia bíblica. Es mirar hacia adelante con esperanza, presuponiendo algo mejor y con la expectativa de una gran sorpresa. Mientras creemos y esperamos, Hablamos y actuamos, sabiendo que el que prometió lo cumplirá a su tiempo.
Pastor Luis O. De León