Dios se le revela a Jacob en sueno y él llama a ese lugar “Bethel” – Casa de Dios. En Bethel Dios levantó a grandes hombres. Y Bethel es una imagen de la Iglesia, la Casa de Dios. Un lugar para crecer, madurar, amar y servir.

Algunos creen que la iglesia tiene otro nombre: “Casa Cuna”, un lugar para tomar biberones, cambiar pañales  y poner talco. No importa si llevas tres meses o treinta años. Son fieles creyentes y buenas personas. Pero la Iglesia sigue siendo una Casa Cuna y nunca llega a ser la Casa de Dios.

Igual que los niños están felices si se les visita, se les mima y se les llama para que sepan que son atendidos y cuidados  en sus gustos. Y así transcurren los años – en la misma Casa Cuna u otra similar.

La vida cristiana madura, la vida verdadera en Cristo, es recibir y dar, y seguir dando aun cuando se reciba poco. El objeto real de la Iglesia, la Casa de Dios, es para consagrarse, adorar, aprender, compartir y salir a dar afuera todo lo que se ha recibido adentro.

Cuando estamos en la Casa de Dios- no en la Casa Cuna- nos preocupa ir a saludar; buscar a otros necesitados de amor. Es preocuparse por el otro así como Dios se preocupó por nosotros. Es correr al Pastor para bendecirle y expresarle su afecto. Es amar a la gente que cuesta amar. Es tirar a la basura los pañales, talco y biberones para dejar la Casa Cuna e ingresar a la “Casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente…”

Tomado del libro Un Corazón Pastoral  por el Dr. Carmelo B. Terranova

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