La cualidad de la grandeza de una persona está determinada por sus objetivos finales. Una es tan grande como sus propósitos, y tan pequeña como mezquinas sus aspiraciones. Todos los que viven para el ahora, difícilmente tengan un después; mientras que los que viven para después, siempre tienen un mejor ahora. Así pensaba Habacuc, el profeta filosófico; así ensenaba Pablo, y así vivió Jesús.
Mirar atrás para recoger experiencias del error, es aprender de la historia, pero mirar adelante con fe es apropiarse de la eternidad. No podemos borrar el año que pasó, pero podemos escribir páginas nuevas en el año que la Providencia nos otorga. Pablo dijo: “…Olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que esta adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios de Cristo Jesús”.
Mientras que con poética convicción Habacuc afirma: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas y en mis alturas me hace andar”.
Solo pensando así, orando así y viviendo así, algo de la grandeza de Dios será estampada en nuestras vidas.
Tomado del libro: Un Corazón Pastoral del Dr. Carmelo B. Terranova