Estamos apenas en la mitad de este año 2019 y han ocurrido un sinnúmero de protestas, violencia y más protestas. Cuando se le preguntó a una persona – que con pancarta en mano- señalaba las razones de su discrepancia, este mencionó  con entusiasmo enérgico: Tenemos derecho a protestar”. ¿Y nosotros como cristianos tenemos derecho a protestar?  Posiblemente habrán varias respuestas, algunas a favor: “¡claro que sí!” Y otras más diplomáticas: “Estamos llamados a ser agentes de paz” Ambas respuestas son razonables y entendibles. Pero yo le pregunto a usted querido lector: ¿Alguna vez usted se ha enojado con Dios? ¿Alguna vez ha protestado contra Dios? No le ha dicho al Señor: ¿Hasta cuándo tanta violencia, dolor y muerte? ¿Qué esperas Señor para intervenir? Son preguntas honestas y a veces Dios permite nuestras protestas.

El profeta Jeremías también protesta contra Dios en varias ocasiones. Había cosas que el profeta no entendía y con franqueza medular protesta contra Dios. Para nuestra sorpresa, el Señor escucha tus reclamos y ofrece respuestas increíbles. Muchas veces como cristianos tenemos congojas, amarguras, dolores, que quisiéramos gritar a los cuatro vientos y no nos atrevemos porque pensamos que ofendemos a Dios. Por supuesto es una protesta que reclama las promesas, la bendición y la intervención de Dios en nuestras circunstancias que a veces no entendemos y no un cuestionamiento a la soberanía de Dios. Déjeme decirle tres luces que surgen del libro de Jeremías:

Hay cosas injustas que no entendemos.

  • Sí Job hubiera leído su propia historia, entendería mejor lo que ocurrió.
  • Las oraciones místicas, religiosamente elaboradas. Hay cosas que no entendemos en esta vida, pero Dios da sentido de paz.

Dios permite que protestes y te desahogues.

  • No reprima tu corazón de tensiones, desahógate con Dios.
  • Vuelca tus preocupaciones delante de Él.

¡Protesta! Dios te va a escuchar.

  • Pensamos que Dios solo escucha
  • Una protesta sincera del corazón tiene más resonancia que oraciones gramáticamente perfectas.

Hace falta gente que pelee con Dios, que reclame sus promesas, sus bendiciones, pero pelea de corazón quebrantado, obediente y encendido. No proteste como un rebelde, proteste como un hijo de Dios, porque TIENES DERECHO A PROTESTAR.

Pastor Luis O. De León 

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